El gobierno de las manos limpias

César Picón

El primero de enero inicia un estilo de gobierno inédito en Ibagué (al menos en nuestra historia reciente). La experiencia, el carácter y la moral que acompañan a Guillermo Alfonso, seguramente harán posible que la corrupción, la ineficiencia administrativa, la compra de la gobernabilidad a través de la famosa “mermelada”, y los contubernios politiqueros para favorecer candidatos en elecciones, entre muchas otras prácticas indeseables, sean controladas y muy seguramente reducidas a una mínima expresión.

Pero, ¿será esto suficiente para colmar el gran cúmulo de expectativas que se ha formado por su llegada al poder? Tal vez no, porque los ciudadanos están esperando, además de esos cambios en la forma de gobernar, que el nuevo alcalde solucione rápidamente todos los problemas que hoy aquejan a Ibagué: el suministro de agua, la movilidad, el desempleo, la inseguridad, etc. En efecto, Jaramillo se ha convertido en una verdadera esperanza para tantos ibaguereños que ya no creían en sus gobernantes, un portador de ilusiones, o como se quiera llamar a alguien de quién se espera mucho.

Sin embargo tenemos que ser sensatos y entender que no todo se resolverá de la noche a la mañana. Su inmensa capacidad para gobernar y los plausibles cambios que pretende lograr en la ciudad, no podrán escapar a las limitaciones que debe enfrentar todo gobierno ni a ciertas realidades locales: un municipio endeudado y con precarios recursos para la inversión; problemas de servicios públicos, infraestructura, y escaso desarrollo de algunos sectores productivos, por cierto acumulados por décadas; la inestable y probablemente condicionada voluntad política de las entidades del orden regional y nacional para la asignación de recursos para la cofinanciación de proyectos; los tiempos (muchas veces exagerados) para la planeación y el trámite de iniciativas; las posibles falencias en el engranaje de su equipo de gobierno, e incluso, opositores acérrimos y grupos de presión que intentarán entorpecer la gestión o influir en las decisiones del mandatario.

Aunque los cambios positivos que se vienen para Ibagué son inminentes, debemos ser conscientes de que sortear esos obstáculos no va a ser tarea fácil. Seguramente en los próximos cuatro años habremos avanzado en la construcción de una ciudad incluyente, ordenada y con mejores procesos de desarrollo, pero lograr ese tránsito tomará tiempo y ciertos sacrificios que la sociedad ibaguereña debe estar dispuesta a aceptar: habrá que hacer ajustes institucionales que, aunque necesarios para tornar más competitivas las entidades, pueden causar algunos traumatismos en la gestión pública; probablemente se tendrá que menguar la inversión en algunos sectores para financiar proyectos estratégicos; los gremios económicos y la clase empresarial deberán comprometerse mucho mas, incluso metiéndose la mano al bolsillo, para coadyuvar a la solución de los muchos problemas; y la ciudadanía tendrá que hacer su aporte demostrando comportamientos mas cívicos, y, por supuesto, ayudando mas y criticando menos.

Posiblemente no todo podrá ser resuelto en el gobierno de las manos limpias, pero de lo que si estoy seguro es que con Jaramillo a la cabeza el cambio ya empezó. Ahora nos corresponde como ciudadanos propiciar un ambiente en el que el gobierno y la gente se unan, para hacer de Ibagué la ciudad que todos soñamos.

@cesarpicon

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