Un mandato para el desarrollo rural

La protesta social vivida en varios países latinoamericanos por causa de los efectos del modelo económico global alcanzó a Colombia, las manifestaciones populares que hasta hace poco se adelantaon en Brasil, Chile, y otros países andinos se vivieron durante 13 días en carreteras y calles de Colombia.

Las imágenes internacionales se convirtieron en nacionales, las manifestaciones se trasladaron de Río de Janeiro a Tunja, de Santiago de Chile a Bogotá, de Quito a Pasto. Los actores, aunque con distintas nacionalidades, fueron los mismos: campesinos e indígenas que ven con desesperanza su futuro.

No hay duda de que la situación de estos es precaria, de qué otra forma se explicaría la rebelión de las ruanas. Su rebeldía para con las políticas estatales demuestra que lo denunciado durante años por expertos del desarrollo rural es cierto: el modelo económico basado en el comercio está asfixiando a los campesinos, destruyendo la agricultura y debilitando la industria, las utilidades se están quedando en los intermediarios, en los dueños del capital, y es muy poco, por no decir nada, lo que está retornando a los campesinos.

Los dirigentes no pueden pasar por alto esta realidad, es hora de que ellos asuman un papel transformador, es el momento adecuado para atreverse a pensar y actuar diferente, sin demagogia ni propósitos politiqueros detrás de sus comentarios. Esta situación debe inspirar un nuevo modelo para el desarrollo campesino que tenga en cuenta la economía campesina. La situación vivida debe ser una oportunidad de desarrollo agropecuario.

Es hora de trabajar por construir un gran pacto nacional por el agro y el desarrollo rural basado en nuevas políticas que mejoren la productividad del campo y de competitividad con el comercio exterior. Es hora de una nueva agricultura y una nueva industria que se relacione eficientemente con esta, se necesita transformar productivamente la economía del país.

Las salvaguardas donde no se pueda competir y los subsidios sectoriales en el corto plazo serán necesarios, pero no son la solución en el largo plazo. Se requiere mejorar la investigación y el desarrollo tecnológico, asegurar la asistencia técnica, la transferencia tecnológica y la extensión rural para el campesino. 

En otros países se ha rediseñado la sustitución de importaciones para desarrollar una nueva industria, el Gobierno debiera explorar esa posibilidad, la agroindustria es una alternativa muy importante debido a las ventajas comparativas de nuestro país, pero no es la única. Es hora de pensar en otra clase de industria, una de clase mundial que aproveche nuestras ventajas competitivas, el país tiene el potencial humano para desarrollarlo y puede agregarle valor. En este momento siento que ya he dicho esto en otras ocasiones, pero creo que hay que repetirlo, lo vivido la anterior semana así lo demanda.

La duda que tengo es si el actual Ministerio de Agricultura está preparado para trabajar bajo nuevos paradigmas, tantos años invisibilizando al campesino, negándolo, buscando al agroempresario, tantos años fortaleciendo la agroindustria para la altillanura, ha hecho que se olvide la esencia de la agricultura y del campo: la economía campesina.

Credito
JAIME EDUARDO REYES

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