En nuestro país, durante el año 2011 se registraron 23 mil 742 muertes violentas. Algo similar a que, por obra y gracia de algún espíritu maligno, hubieran muerto todos los habitantes de Rioblanco o los Natagaima, municipios que en el mismo año tenían una población total aproximada a la cifra de muertes en Colombia.

Es una cifra catastrófica, ¿verdad?  De esas muertes ocurridas en el año 2011, un 87 por ciento fueron hombres. A ese ritmo de muertes masculinas, nos podríamos quedar sin hombres en Colombia.

De estos datos también es terrible que el 60 por ciento de las muertes (14 mil 374) correspondan a homicidios, es decir, como resultado de que una persona da la muerte a otra por diferentes motivos. Pero también es preocupante que el año inmediatamente anterior se hubieran producido cuatro mil 984 muertes por accidentes de transporte que muy seguramente son producto de la imprudencia de los conductores de vehículos. Y en nuestra ciudad tenemos que soportar la falta de inteligencia vial, en alto porcentaje mutuamente conductores de todas las edades y condiciones producen la sospecha de que les falta inteligencia.

Estos datos que alimentan la crónica roja de los medios de comunicación nos dicen muchas cosas sobre la cultura de violencia que parece se ha enraizado en nuestro país, hasta el punto de que escuchar sobre la muerte de nuestros congéneres se ha vuelto algo de común ocurrencia que no causa reacciones en contra. Como si fuere algo normal que nos matemos unos a otros, situación que no es tan común ni siquiera en los animales.

El único consuelo que se deduce de los datos sobre muertes violentas en Colombia, es que hay una leve tendencia a la disminución de estos hechos de sangre, al comparar los datos del año 2010 con los del 2011. Fueron 25 mil 674 los muertos en el 2010 y pasaron a ser 23 mil 742  en el año 2011, como ya queda dicho.

Afortunadamente el Tolima no aparece entre los primeros cinco departamentos según el número de muertes violentas. Porque el Valle es el que ocupa el primer lugar en esta estadística macabra, seguido de Antioquia, Bogotá, Atlántico y Norte de Santander.

¿Qué podemos hacer los colombianos para que no nos sigamos matando unos a otros? Se dirá que al sistema escolar le corresponde la responsabilidad de formar a los estudiantes en y para la convivencia. Es más que urgente eliminar todo acto de violencia escolar y familiar, dialogar civilizadamente y respetar al otro y a los otros.