Conflicto con varias aristas

Gran turbulencia se vive en el país por la acumulación de circunstancias que no han sido oportunamente atendidas y por la acción de fuerzas que han advertido sobre los problemas desde hace mucho tiempo a las que se han sumado de manera oportunista facciones políticas que pretenden que el actual gobierno haya hecho en dos años lo que ellas no hicieron en ocho o cincuenta.

La gente de Salvación Agropecuaria y Dignidad Cafetera - que son los mismos- llevan varios lustros señalando los problemas del agro - y de la producción nacional- de frente a la globalización, la firma indiscriminada de tratados de libre comercio y el perjuicio que se causa a muchos sectores en beneficio de unos pocos. Por cierto, las críticas a la Federación de Cafeteros y a los procesos comerciales, técnicos y administrativos del gremio han sido permanentes y datan del siglo pasado. Sin duda, en esta ocasión, la capacidad de organización y movilización de las bases populares se ha extendido a las diferentes regiones y,  por supuesto y en concordancia con sus objetivos, no les importa que a la agitación se le sumen extraños e inesperados aliados.

Con respecto a estos últimos, se ha multiplicado la actividad del grupo político del expresidente Uribe quien visita las regiones con los que han sido identificados por el público como los siete enanitos. A la vez que cada vez son más visibles personajes que se toman la vocería de los caficultores y que son fácilmente identificables pues portan el uniforme que se hizo oficial en la nefasta noche del 18 de agosto de 1989 en Soacha: el sombrerito aguadeño y la mulera.


En el Huila y las cercanías de Ibagué han entrado a participar otros grupos que, entre otras cosas han incendiado vehículos, apedreado a la Policía y cometido actos vandálicos contra negocios y fincas de las cercanías. En la vecindad de La Línea, en la parte alta, han hecho presencia quienes están forzando a los agricultores a abandonar sus cultivos para engrosar la protesta so pena de incendiar sus propiedades o atentar contra sus vidas; al argumentar los conminados que ellos no son cafeteros los agitadores refuerzan sus amenazas.


La solución es bien compleja ya que los voceros de los caficultores exigen un precio de sustentación de 750 mil pesos por carga de café, bien lejano de las actuales condiciones del mercado y que tendría que ser subsidiado con recursos oficiales.


A última hora se han sumado los transportadores que pretenden pescar en río revuelto y aupados por el siempre inoportuno y catatónico ministro de Minas y Energía que autorizó un incremento del precio de los combustibles en medio de la confrontación.  


El Gobierno se ha demorado en actuar y esa parsimonia tendrá que saldarse, al final, con concesiones gravosas y una inevitable reconfiguración no solo del equipo de gobierno sino de los mandos de los gremios participantes en los enfrentamientos.


EL NUEVO DÍA

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