Sobre el alma tolimense

En anterior artículo señalé que la única estrategia válida para vencer el atraso del Tolima es la reconstrucción moral, identitaria, espiritual, ideológica y política, o igual, rehacer el alma tolimense y claro, esta opinión a algunos les parecerá romántica, ingenua, abstracta o tonta, y no porque lo sea, sino porque su ciego apego al pragmatismo desarrollista, que nunca dio buen resultado, les impide entender que existe un enfoque regionalista del desarrollo capaz de generar grandes hechos económicos y oportunidades para todos. Mientras la ortodoxia paralizante sea el alma del Tolima, la mediocridad seguirá siendo nuestro estigma.

Insólita contradicción

Creo necesario expresar una franca opinión: Los tolimenses, generalizo, caímos en la insólita contradicción de desear el progreso y a la vez tolerar, implícita o explícitamente, esas causas del atraso que pueden corregirse fácilmente. Traigo esto a cuento porque recién leí en END sobre “la puja por las direcciones de la Esap y el Sena en el Tolima”, noticia que revela una vez más cómo, en lo público, los cargos rectores y con ellos las instituciones, están al servicio del interés personal y grupista y no en función imparcial del bienestar y el progreso de todos los tolimenses, práctica nefasta que nunca mereció rigurosos juicios de valor y claro rechazo de los dirigentes económicos y sociales y solo sirve de comidilla inocua en las tertulias.

La punta del ovillo

Sobre el desarrollo del Tolima y en expresión coloquial diría que, pese al incesante martilleo de soluciones, aún “no localizamos la punta del ovillo” o que estamos más “enredados que un bulto de anzuelos”. Es verdad que al Tolima nunca le faltaron visiones estratégicas, foros económicos, declaraciones de emprendimientos, anuncios novedosos, teorías académicas, costosas consultorías y, desde luego, promesas a granel de políticos en ejercicio y ávidos de serlo, pero nadie investiga por qué las excesivas y variopintas propuestas siempre fracasan, impidiendo que el Tolima cambie el rumbo regresivo de los últimos 40 años.

Señor gobernador

En columna del pasado noviembre 7 expresaba que no era difícil suponer que en pocos días el Covid-19 podría convertirse en gigantesca catástrofe con dolorosas e irreparables efectos para nosotros, nuestras familias, nuestros amigos, nuestra economía y nuestra convivencia y que por ello era mejor precaver para luego no tener que lamentar. Ahora sabemos que la pandemia tiende a empeorar, que sobre el Covid-19 nadie ha dicho la última palabra y que las acciones para enfrentarlo nunca serán excesivas y siempre insuficientes, o lo mismo, que no se pecará por diligencia sino por negligencia y omisión y, por estas razones, creo mi deber insistir con respeto ante el Sr. Gobernador sobre acciones que considero esenciales

Necesitamos constructores de diversidad

Pregunto: ¿se necesita que el alma tolimense tenga otro sentido político para contextualizar lineamientos programáticos para nuestra economía y convertirlos en planes y cronogramas de acción de corto, mediano y largo plazo? Con esta pregunta intento entender la paradoja de la vastedad de ideas y la escasez de pertinentes y efectivas realizaciones generadoras de desarrollo y la respuesta que hallo es que el Tolima exige una “mentalidad bifuncional” que permita pensar para unir y construir y no solo pensar en cómo especular, confundir y dividir.

De líderes el futuro…

De líderes el futuro, de gamonales el pasado. Ésta es buena dualidad para examinar el perfil del liderazgo requerido para conducir al Tolima hacia la modernidad y la democracia política y económica o, si así lo deseáramos, para evitar que siga ligado al pasado. Como el estilo de liderazgo es vital para comprender las sinergias o los lastres que se producen en la dinámica social y económica y dado que estos temas, siendo cruciales, son ignorados en los ejercicios prospectivos, aventuro unos apuntes sobre la caracterización del liderazgo demócrata y el gamonalato autócrata, pues de ellos depende que el Tolima levante cabeza o la hunda más.

Bienaventuranzas en 2021

Cómo no sumar mis mejores deseos por la ventura y la prosperidad de los tolimenses en el 2021 si justamente ese es el sincero anhelo que siempre motiva la reflexión sobre el porqué el progreso y el bienestar social le son esquivos al Tolima, región que sólo puede explicar su atraso desde la mentalidad dominante y la forma como la han maltratado sus “dirigentes”, pues desde la perspectiva del talento, las potencialidades y los recursos, el futuro se avizora próspero.

Una propuesta crucial

El Tolima es extenso, su historia embruja, su cultura es diversa, es pluriétnico, tiene ingentes recursos naturales y culturas productivas, es rico en mitos y leyendas, es pródigo en talento. Tantas riquezas juntas dan al Tolima identidad propia y, aun así, los tolimenses no hallamos el rumbo correcto y sí sufrimos la férula centralista que eclipsa nuestras intrínsecas virtudes, nos aísla en el limbo de la historia para hacer que orbitemos en la égida neoliberal y creamos que el futuro tolimense depende de las “generosas contribuciones” que dispensa “Bogotá”, paradigma falso o al menos tergiversado que hemos ido aceptando como verdad revelada.

Parabienes a El Nuevo Día

Estaba en mora de ofrecer mis parabienes a El Nuevo Día por sus 28 años de perseverante y comprometida tarea mediática que nos permite a los tolimenses reconocernos en nuestra memoria histórica, evita que nuestra identidad se destiña aún más; hace posible que hasta en el más remoto lugar del orbe nuestra diáspora esté en diario contacto con cuanto sucede en su tierra, genera un balance continuo de hechos loables y condenables que reconfortan, enorgullecen o nos hacen sonrojar ante al país y el mundo y permite que, respetuosamente, podamos asentir y disentir sobre las diversas preocupaciones y visiones.

“Hoy otro gallo cantaría”

¿Cuándo empezó el desastre político-moral del Tolima que hoy nos tiene postrados en un angustioso, degradante y vergonzoso subdesarrollo? Muchas voces podrían contribuir para ordenar una respuesta consistente que no parece fácil. Desde mi óptica juzgo que el asunto debe examinarse en perspectiva de tiempo y espacio, pero no con abstracciones filosóficas o cósmicas, sino juzgando el tiempo desde cuándo creemos inició el infame desmadre en el espacio histórico-territorial del Tolima (24 mil km2). Contextualizar el examen del atraso es esencial para comprender el problema, conocer sus orígenes y proponer las soluciones.