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Sabemos, así mismo, que son muchas las escuelas rurales que no cuentan con títulos del predio donde se ubican y por ello no pueden aplicar recursos oficiales para hacerles reparaciones, ni siquiera instalarles unidades sanitarias. Y, respecto a los docentes, son muchos quienes asumen sus funciones al mediar el semestre, o son contratados sin contar con la idoneidad requerida. Son muchas más las modalidades de corrupción e ineficiencia en este ámbito, que no incluyo por razones de espacio.
En todo caso, todas ellas atentan no solo contra la salud de millares de escolares, sino que reducen en materia grave las oportunidades de acceso a educación de calidad y con ello a un futuro mejor.
Con algunas variantes, por décadas, estos atropellos se repiten en diversas zonas del país sin que los organismos competentes ni la ciudadanía aprendan la lección y adopten correctivos para evitar que se repitan. Así, los importantes recursos públicos que se destinan a la educación no logran los resultados esperados.
Ante semejante situación solo quedan tres caminos: a) darse por vencidos y sufrir con paciencia porque no hay nada qué hacer, b) reaccionar con violencia, marchar y destruir todo a su paso para lograr que se les escuche; o, c) actuar en forma reflexiva, inteligente y estratégica, buscando caminos institucionales que aporten a la solución de estos y otros graves problemas.
No hay duda, esta última es la mejor opción, posiblemente difícil pero la más sana; ella pasa por fortalecer la formación de conciencia ciudadana, el sentido de responsabilidad con la vida y el futuro de nuestras niñas, niños y jóvenes, con el entorno y con la defensa de nuestro derecho a vivir dignamente.
Tenemos que admitir que los deplorables hechos señalados y muchos otros suceden porque no nos comportamos como una ciudadanía activa, vigilante y consciente de que somos corresponsables de cuanto acontece. Una y otra vez nos hemos equivocado al entregar un cheque en blanco, un voto esperanzado, a unas personas para que nos representen en escenarios donde se toman decisiones que determinan nuestra calidad de vida, ellas prometen tramitar nuestras expectativas pero solo eran discursos de campaña que luego olvidan sin vergüenza ni sanción alguna.
Al finalizar el difícil año que transcurre, asumamos el gran reto de asimilar las dolorosas lecciones vividas y tomemos en serio cuanto significa el voto para nuestro bienestar y para las presentes y futuras generaciones. Las elecciones del próximo año son la oportunidad para elegir nuevos parlamentarios y presidente; así que hagamos el compromiso sagrado de otorgar nuestro voto solo a aspirantes de comprobada honestidad e idoneidad y con la experiencia y energía requeridas para cumplir la exigente tarea que les encomendaremos.
Para todas y todos un saludo fraternal y mis mejores deseos por un fin de año grato y un 2022 con muchas satisfacciones.
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