El ojo que todo lo ve

Ser el Estado no es fácil y, aunque parezca todo lo contrario, ni siquiera divertido. Concentrar el poder en pleno de una nación acarrea consigo una avalancha de responsabilidades y expectativas que deben respetarse como ordenan los designios imperativos de la ley, pues ésta es la única forma de contar con la legitimidad suficiente que la ciudadanía exige.

Elemental, mi querido Watson

El agente Watson seguramente nunca pensó que el taxi que tomó aquella taciturna noche bogotana marcaría para nunca jamás el fin de sus días. Uno simplemente no sale de un restaurante, un bar o su casa, aborda uno de estos vehículos y piensa “Aquí voy a morir”, pero siempre está el riesgo latente de una maniobra sorpresa del conductor, un desvío fuera de la rutina.

Corsarios de estado

Gran parte de la fascinante historia de Colombia fue escrita en el mar, durante aquellas épocas febriles cuando grandes empresas náuticas zarparon por las aguas cristalinas del Caribe, cargando mercancías y mercaderes en incesantes viajes de doble vía.

Baldíos & Urrutia

La ley colombiana es un auténtico laberinto de Creta, una apoteósica construcción jurídica de altísima complejidad en la cual es fácil perderse.

Descaro en alta mar

Ser magistrado en Colombia es un oficio de lo más divertido. No hay que rendirle cuentas a nadie; la palabra de uno siempre es la última y hasta se vuelve ley, literalmente.

Ruido de cañones

Finalmente sucedió lo que todos esperábamos: El Presidente notificó por estrado al país sus ganas de reelegirse. Aunque esto no debería sorprender a nadie, todos los mandatarios terminan cediendo ante los cantos de sirena que sólo el poder y los votos pueden entonar.

Un claro manoteo

La última vez que Claro me forzó a dedicarle una columna fue cuando me tuvieron varias semanas en racionamiento de servicios múltiples que yo estaba pagando, atrapado en un vaivén telefónico de empleados no muy competentes que no me solucionaban nada, pero sí eran expertos en colgarme la llamada.

El eterno suplente

Debe ser muy triste estar en los zapatos de Vargas Lleras en este momento. Como ningún otro político de este país es él el maestro en el arte de esperar su turno, pues con paciencia de alfarero ató en corto a los demonios de su ansiedad y está haciendo fila, aguardando por el momento de trastearse a la Casa de Nariño.

El detonante silencioso

La marcha del martes pasado por la paz, las víctimas, la defensa de lo público y las otras 10 cosas más que le adjudicaron, dejó algo muy en claro: El Presidente se la va a jugar hasta el final por el proceso de paz.

La procura del odio

Soy un periodista empírico, pero no ando entre porro y porro ni entre pase y pase. Soy heterosexual, pero no tengo desprecio alguno por la comunidad Lgbti. Soy católico, pero no veo nada de malo en que las parejas del mismo sexo se casen.