Diálogos para sembrar la paz

El presidente Santos ha manifestado su interés en iniciar diálogos con las FARC, si esta organización guerrillera da auténticas señales de querer la paz.

Ojalá que la alegría que produce tan inesperada noticia, dada en respuesta al llamamiento del dirigente fariano Manuel Pascuas, no esté en contradicción con el interés real del Mandatario, y este quiera, realmente, comenzar a tender puentes para superar el conflicto.

Solo falta saber cuáles son las señales que Juan Manuel Santos aceptará como gestos de paz y cuáles las condiciones bajo las cuales estaría dispuesto a abrir los diálogos.


Sin tal conocimiento, no podríamos agregar a la alegría del anuncio la certidumbre de que se está rescatando la llave de la paz de los cuarteles en que se hallaba refundida, ni sopesar el verdadero interés del Mandatario en volver a escucharle a la insurgencia sus planteamientos sobre la Colombia que ha buscado a través de tantos años de vida guerrillera, ni mucho menos volver a ver a los más insignes representantes de la inteligencia nacional, sentados a la mesa, en abierta discusión de los problemas nacionales y de los caminos que conduzcan a resolverlos, pues no de otra forma se puede hacer realidad el sueño de tener en paz al pueblo más feliz e inequitativo del orbe.


No se trata, por supuesto, de un asunto de poca monta, ya que entre los planteamientos del movimiento guerrillero está, ni más ni menos, la búsqueda de consensos sobre aspectos tan importantes como la protección de los derechos económicos, sociales, políticos, culturales y medioambientales de la población; el establecimiento de una política agraria más cercana a los intereses de los campesinos medios y pobres; el restablecimiento de la soberanía nacional, la revisión del modelo neoliberal y la definición de políticas de inversión extranjera para que esta sea, efectivamente, de beneficio para la economía nacional; la erradicación definitiva del terrorismo de Estado y de las bandas paramilitares; la repotenciación del aparato de justicia y la ampliación de la democracia y de la eficiencia del Estado.


Pero el movimiento popular está en condiciones de lograr que tales discusiones se den. Así lo demuestran las conclusiones aprobadas en Barrancabermeja del 12 al 15 de agosto pasados por más de 20 mil asistentes de todo el país al Encuentro Nacional de Comunidades Campesinas, Afrocolombianas e Indígenas por la Tierra y la Paz, y que fueran ratificadas en el Encuentro de Tierras, Territorios y Soberanía que se celebró en Cali con la asistencia de más de 10 mil colombianos.  


Lo que resta es actualizar esos pronunciamientos con nuevas movilizaciones. A eso nos invita este 2012 próximo a llegar.

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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