Hablaron los campesinos

No porque los sucesos adquieran una relativa antigüedad pierden la importancia que en su momento tuvieron ni quedamos absueltos del deber de comentarlos quienes nos sentimos en el deber de asumir esa responsabilidad para bien de un proceso social y político que, como el colombiano,

marcha con pereza, en parte porque sus animadores son cruelmente reprimidos y, en parte, porque casi todos los grandes medios están en manos de quienes no tienen ningún interés en que avance, y antes sí, y mucho, en que retroceda.

Entre los pasados 17 y 19 de diciembre, cerca de mil 300 representantes de casi 600 organizaciones de los trabajadores del campo, así como alguna que otra de los empresarios agrícolas, pues los ganaderos agrupados en Fedegán se abstuvieron de participar, realizaron en Bogotá el “Foro de Política de Desarrollo Agrario Integral” que fuera propuesto por la insurgencia en la mesa de la Habana y acogido a regañadientes por la delegación gubernamental.


Al frente de tal evento estuvieron la ONU, a través del PNUD, y el Centro de Pensamiento de la Universidad Nacional, y su propósito fue el de examinar soluciones a los problemas del campo y conocer las expectativas de los campesinos sobre el proceso de paz. De allí que fueran abundantes los conceptos vertidos en los documentos finales, resultando útil resaltar los siguientes:


En primer lugar, fueron coincidentes los asistentes en la necesidad de un cese bilateral de hostilidades, en el compromiso de no romper los diálogos hasta que no haya acuerdos definitivos, en señalar al modelo neoliberal como el causante del agravamiento de los problemas del campo y en la necesidad de superar las malformaciones estructurales que dieron lugar al conflicto armado, y que lo han agravado, todas ellas relacionadas con profundos desequilibrios en la tenencia de la tierra, con el crecimiento abrumador de la pobreza y con las nulas posibilidades democráticas para los campesinos.


Así mismo, los asistentes se ocuparon de los problemas medioambientales y de soberanía alimentaria que ya comienzan a notarse en regiones otrora dedicadas a la producción de alimentos y hoy destinadas a los biocombustibles, al igual que en las afectadas por megaproyectos minero energéticos y de infraestructura.


Digna de mención aparte es la propuesta relacionada con una reforma agraria integral que le ponga fin al latifundio improductivo y a la entrega de tierras a empresas extranjeras y que cree las condiciones suficientes para elevar la justicia social en el campo.


Ojalá que el Gobierno entienda que conclusiones como estas son las que debe plantear en la mesa, si no quiere que buena parte de la sociedad se siga sintiendo representada en ella por la guerrilla.


Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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