El día de la Acción comunal

Rodrigo López Oviedo

Por mandato legal y bajo la responsabilidad de las alcaldías, el movimiento de Acción Comunal debe celebrar su día el segundo domingo de cada noviembre. Este año, en Ibagué, tuvimos que esperar hasta el 30 de diciembre para que se cumpliera esta celebración, pero podríamos decir que la Administración municipal salió bien librada: logró reunir a un buen número de líderes en torno a un acto sencillo y alegre, en el cual no faltaron las rifas, un buen plato de lechona y placas de reconocimiento a algunos líderes, de lo cual quedó constancia en los rostros complacidos y llenos de agradecimiento de los asistentes.

Sin embargo, debemos llamar la atención sobre el cruel silencio a que fueron sometidos algunos líderes comunales que querían aprovechar la ocasión para plantear al Alcalde algunas inquietudes propias del sector, dado lo difícil que es hacerlo en condiciones normales, y no solo a él, sino a otros funcionarios, pese a estar dispuesto en el Nuevo Código de lo Contencioso Administrativo (ley 1437 de 2011, artículo 7º numeral 2) que las autoridades deben “garantizar atención personal al público, como mínimo, durante 40 horas a la semana”.

De seguro que cada directivo comunal tiene alguna queja para plantear. De mi parte he sido reiterativo en denunciar los destrozos que el Ibal hizo, y dejó sin reparar, en una calle del barrio Laureles, al igual que la burla de que esta comunidad ha sido objeto, como muchas otras, a las cuales la Secretaría de Infraestructura les ha hecho recoger dineros para ejecutar obras mediante el sistema de gestión compartida, para luego dejarlas colgadas de la brocha.

No, señor Alcalde: el día de la Acción Comunal debe girar alrededor de sus miembros. En tal sentido, debe convertirse en la oportunidad para que ellos expresen su pensamiento respecto de lo que sienten como ciudadanos que han asumido la inmensa responsabilidad de liderar a sus comunidades y representarlas ante la Administración municipal; pero también para que den a conocer lo que pueden aportar a la ciudad y sus barrios. Con tales conocimientos, la Administración podría encausar más fácilmente las potencialidades ciudadanas hacia un desarrollo más cercano a sus reales necesidades.

Claro que, para el mejor logro de ese fin, se necesita elevar el nivel de formación del movimiento en torno a sus esencias, su historia, principios, valores y propósitos, lo cual no puede ser obra de un día.

El anuncio del señor Alcalde de nombrar algunos promotores de acción comunal puede ser un buen comienzo, siempre que no pretenda convertirlos después en promotores de las aspiraciones políticas que sobrevendrán a su paso por la alcaldía.

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