Ante lo incomprensible

Resulta incomprensible para muchos que el porte de armas sea considerado como un derecho constitucional y que las fuerzas políticas de la Nación más poderosa del mundo se sometan sin esfuerzo a la voluntad y los intereses de la Asociación Nacional del Rifle, el organismo gremial que cobija a los fabricantes y distribuidores de armas en los Estados Unidos.

El mundo aterrado busca explicaciones a la masacre de Newtown en la que fueron asesinados 20 niños de una escuela elemental, la directora, la psicóloga y dos maestras a más de la madre del asesino y el desquiciado que también se quitó la vida.

Muchas cosas quedan sin  esclarecer: ¿Cómo puede suceder una acción tan horrenda en un tranquilo pueblo de 27 mil habitantes, en una comunidad con estrechos lazos sociales y un alto nivel económico? ¿Cuál a razón para que una profesora y madre de familia deba tener en su casa no menos de cuatro fusiles de asalto a más de otras armas automáticas? ¿Cómo puede ser más fácil adquirir una ametralladora que una cerveza? ¿Qué objeto tiene que una sociedad tenga en sus hogares más de 300 millones de armas con  su correspondiente munición? ¿Cómo se explica que una organización social permita que ciudadanos con perturbaciones mentales tenga tan fácil acceso a las armas?

Resulta incomprensible para muchos que el porte de armas sea considerado como un derecho constitucional y que las fuerzas políticas de la Nación más poderosa del mundo se sometan sin esfuerzo a la voluntad y los intereses de la Asociación Nacional del Rifle, el organismo gremial que cobija a los fabricantes y distribuidores de armas en los Estados Unidos.

Alguien dirá que estas inquietudes no son válidas en un país donde el propio Estado es el productor y comercializador de armas. En una nación donde un capo pone bombas en aviones, centros comerciales y escenarios deportivos. Donde la guerrilla considera lícito poner explosivos en un club lleno de familias o hacer estallar un oleoducto en medio de una comunidad. Donde las facciones violentas siembran minas explosivas en las vías de acceso a las escuelas y donde los grupos armados bombardean una iglesia llena de familias.

Mas todo lo que se esgrima en contra de la violencia, en pro de la solución civilizada de conflictos, en la conformación de sociedades en donde ni la violencia física ni psicológica tengan aceptación y, eso sí, sean combatidas por toda la comunidad para que actos oprobiosos e inexplicables como el de Newtown no se repitan.

EL NUEVO DÍA

Comentarios