Orden y aseo

Se ignora a quién le puede gustar ese espectáculo ni quién podrá sentirse satisfecho por ver su ciudad en tan lamentable estado. Lo anterior se ve complementado por el escenario observado en las plazas de mercado, sumidas de nuevo en el caos y convertidas en cúmulo de desechos, desaseo y falta de higiene.

Hace una semana se expresaba en estas mismas líneas el desconsuelo por ver a Ibagué convertida en un basurero lleno de tenderetes y degradado por una carencia absoluta de civismo con ocasión del Festival Folclórico.

Se ignora a quién le puede gustar ese espectáculo ni quién podrá sentirse satisfecho por ver su ciudad en tan lamentable estado. Lo anterior se ve complementado por el escenario observado en las plazas de mercado, sumidas de nuevo en el caos y convertidas en cúmulo de desechos, desaseo y falta de higiene.

Pocos meses atrás se señalaba cómo la Administración y la Policía habían logrado imponer el orden, desterrar la basura y obtener el compromiso de los vendedores de despejar las vías y aceras cercanas a las plazas para ubicarse al interior de los establecimientos, en donde existen las áreas y lugares construidos y adecuados con ese propósito para que, con orden e higiene, se vendan los alimentos que han de consumir más de medio millón de habitantes.

No se sabe con certeza si la indisciplina observada en las fiestas tutelares, el cansancio de las autoridades por el reciente trajín, los compromisos políticos de siempre o los que se anticipan por las próximas elecciones, o simplemente la abulia han permitido que se vuelva a la insoportable e inaceptable situación que quedó registrada en nuestra edición de la víspera y, particularmente, de lo que ocurre en la Plaza de la calle 21.

Ha de indagarse si los funcionarios encargados de administrar estas situaciones se encuentran de vacaciones, se han dedicado a manejar el contraflujo o pidieron licencia para disfrutar de principio a fin la Copa mundo, pero la ciudad no puede permitir que tan deplorable circunstancia se prolongue un día más, no por lo que puedan opinar los que visitan la ciudad (como ya lo hizo con dureza y acertadamente un periodista huilense) sino por simple respeto por nosotros mismos y nuestras familias.

No nos podemos acostumbrar a vivir entre la porquería ni a consumir lo que allí se encuentra.

REDACCIÓN EDITORIAL

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