Sobre la estupidez

Un evento deportivo termina en grave gresca por cuenta de una nimiedad incomprensible; los equipos de comunicación, en lugar de ser instrumentos para la adquisición de conocimientos y cultura, terminan como herramientas para la agresión.

Hay ciertos hechos que hacen perder la esperanza en las posibilidades de lograr la paz entre los colombianos, la fe en la utilidad de la tecnología para los seres humanos y, en cambio, reafirman el juicio de Einstein sobre las infinitas posibilidades y extensión de la estupidez.

Pocos días atrás, en el municipio tolimense de Espinal y por cuenta de un encuentro de fútbol celebrado en el Coliseo Berrío Rondón para estrechar los lazos entre los alumnos de los dos colegios, se enfrentaron los equipos de los colegios Mariano Sánchez y San Isidoro, lo que dio origen a una batalla campal a lo largo de 10 cuadras en la que los contendientes se agredieron con piedras, palos y armas blancas, al punto de que fue necesaria la intervención de la Policía para evitar consecuencias más graves, con el resultado de que los energúmenos la emprendieron contra la fuerza pública y las edificaciones de los alrededores. Para pasmo de la pacífica vecindad, la mayor parte de los insultos, las obscenidades y las agresiones contra los uniformados provino de niñitas estudiantes de edades entre los 11 y los 13 años.

La confrontación, que se inició en el escenario deportivo, continuó gracias al uso de teléfonos móviles y tabletas por medio de los cuales se dieron cita para la batalla campal, que se saldó con heridos, detenidos, daños a las propiedades y agresiones hacia la fuerza pública.

Lo ocurrido tenía antecedentes, puesto que un alumno que cambió de institución, al llegar a la nueva, fue apuñalado por uno de los gamberros.

Un evento deportivo termina en grave gresca por cuenta de una nimiedad incomprensible; los equipos de comunicación, en lugar de ser instrumentos para la adquisición de conocimientos y cultura, terminan como herramientas para la agresión y a cambio de servir para potenciar la capacidad intelectual de quienes se encuentran en pleno proceso educativo solo sirven para expandirla, de por sí, infinita estupidez de la que hacen gala los grupos enfrentados.

Lamentablemente, lo ocurrido en Espinal no es un hecho aislado, sino que se repite con diversos grados de gravedad, en diferentes sitios y por las más obtusas razones.

¿Habrá cura para la estupidez?

REDACCIÓN EDITORIAL

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