Una propuesta crucial

El Tolima es extenso, su historia embruja, su cultura es diversa, es pluriétnico, tiene ingentes recursos naturales y culturas productivas, es rico en mitos y leyendas, es pródigo en talento. Tantas riquezas juntas dan al Tolima identidad propia y, aun así, los tolimenses no hallamos el rumbo correcto y sí sufrimos la férula centralista que eclipsa nuestras intrínsecas virtudes, nos aísla en el limbo de la historia para hacer que orbitemos en la égida neoliberal y creamos que el futuro tolimense depende de las “generosas contribuciones” que dispensa “Bogotá”, paradigma falso o al menos tergiversado que hemos ido aceptando como verdad revelada.

Parabienes a El Nuevo Día

Estaba en mora de ofrecer mis parabienes a El Nuevo Día por sus 28 años de perseverante y comprometida tarea mediática que nos permite a los tolimenses reconocernos en nuestra memoria histórica, evita que nuestra identidad se destiña aún más; hace posible que hasta en el más remoto lugar del orbe nuestra diáspora esté en diario contacto con cuanto sucede en su tierra, genera un balance continuo de hechos loables y condenables que reconfortan, enorgullecen o nos hacen sonrojar ante al país y el mundo y permite que, respetuosamente, podamos asentir y disentir sobre las diversas preocupaciones y visiones.

“Hoy otro gallo cantaría”

¿Cuándo empezó el desastre político-moral del Tolima que hoy nos tiene postrados en un angustioso, degradante y vergonzoso subdesarrollo? Muchas voces podrían contribuir para ordenar una respuesta consistente que no parece fácil. Desde mi óptica juzgo que el asunto debe examinarse en perspectiva de tiempo y espacio, pero no con abstracciones filosóficas o cósmicas, sino juzgando el tiempo desde cuándo creemos inició el infame desmadre en el espacio histórico-territorial del Tolima (24 mil km2). Contextualizar el examen del atraso es esencial para comprender el problema, conocer sus orígenes y proponer las soluciones.

“El efecto espejo”

Producido el desenlace electoral en EE.UU., en su columna de El Espectador Piedad Bonnet se pregunta: “¿Por qué millones de personas votan de manera entusiasta por un personaje misógino, tramposo, acosador, fanfarrón, ordinario, racista, xenófobo, arrogante?” Tal vez el interrogante ya rondaba en la mente de quienes no logramos entender por qué la mayor potencia global que, por lo mismo, debería ser la nación americana más culta en democracia y humanismo, eligen a un sujeto inhumano, egocéntrico, grosero y no sé cuántos adjetivos negativos más. “El efecto espejo” (Deepak Chopra) resulta útil para intentar una moraleja.

Cañón del Combeima

El Cañón del Combeima está de moda, y no por su valor ecológico y paisajístico, sino porque alguien, con sus razones, quiso cobrar el acceso al “Mirador de Los Sauces” (en Juntas) y tal vez por ello Cortolima señaló que “es prioridad controlar el ingreso de turistas al Cañón del Combeima para evitar contaminación”.

“Más tarde que nunca”

Ante el evidente y alarmante avance de la pandemia del Covid-19 en el Tolima y en especial en Ibagué y frente al profesionalismo y la valentía del personal médico y paramédico, surge, como patético contraste, el manejo liviano, inconsistente, incidental y hasta “pantallero” a la funesta crisis.

Panóptico y reencuentro tolimense

El 24 de octubre END editorializó sobre “el incierto destino del panóptico de Ibagué”, lugar emblemático que desde hace varios lustros se convirtió en otro ejemplo de ineficiencia en la gestión pública porque ni se termina su remodelación, ni sabemos cuánto costará al final, ni es claro en que se utilizarán sus instalaciones.

El palo en la rueda

Obligado es reconocerle a los diferentes estamentos de la sociedad sus esfuerzos frente al difícil momento que vive el Tolima y que con extrema crudeza se refleja en desempleo (tal vez el mal más hiriente) informalidad, inseguridad, mala calidad y cobertura en educación y salud, desnutrición, deterioro medioambiental, mendicidad y más acusadores rostros del atraso. Lo que sufrimos no es crisis (la crisis es relativamente pasajera) es un grave problema estructural de larga historia que crece frente a nuestros ojos sin que lo reconozcamos como tal y por ello pretendemos curarlo con pañitos de agua tibia y no con un rompimiento radical con todo lo que hoy juzgamos como normal y aconsejable para alcanzar el desarrollo.

Titiriteo de la realidad tolimense

Decía en otro texto que Ibagué, antes del Covid-19, tenía una tasa de desempleo del 18.8% y de informalidad del 54.2%, índices que revelaban una precariedad laboral del 73% y que esa realidad, sumada a otros serios problemas como el desempleo de jóvenes y mujeres, la corrupción etc., desnudaba una creciente tragedia social y mostraba lo raquítico de nuestra economía.

Y sabemos que hay futuro

Tomo prestada una cita de Daniel Innerity que señala: “El ser humano es el único en el reino de los seres vivos que sabe que hay futuro”. ¡Hum!, en verdad no sé, pues se habla del poder de anticipación de otras especies, al menos en el corto plazo y tal vez con mayor precisión e instinto colectivo o cooperativo. ¿Saber que hay futuro afecta la imaginación y la conducta de la persona? Interesantes inferencias derivan de esta pregunta al contextualizarla social, territorial, cultural, histórica, ideológica, económica y políticamente; o mejor, seré directo: ¿Saber que hay futuro, incide en el pensamiento y el quehacer de los tolimenses?