Gracias

A los miembros de la Selección hay que agradecerles por haber brindado tantos motivos de júbilo y haber permitido mantener las ilusiones. Si Honduras tuvo tres minutos de fiesta tras el gol contra Ecuador, bien se puede decir que Colombia vivió varios meses de éxtasis desde cuando Pékerman se hizo cargo del conjunto y lo puso en la senda de las victorias y lo llevó a las instancias finales.

Sí señores, se sabe que es solo un juego y que por cuenta de la frágil memoria de los seres humanos sus protagonistas pronto serán olvidados, pero los integrantes de la Selección Colombiana de Fútbol que participó en el Campeonato mundial de Brasil han logrado algo muy singular.

En efecto, en un país polarizado han conseguido que todos los ciudadanos, sin diferencias, se unan en admiración y apoyo alrededor de un grupo de jóvenes que con su disciplina, destreza y compromiso despertaron el entusiasmo y el reconocimiento en el torneo global.

A un país necesitado de buenas noticias las acciones del equipo nacional, con sus técnicos y auxiliares, le han brindado varios meses de alegrías y festejos.

A una nación que requiere consenso para sacar adelante la propuesta de paz le mostró la posibilidad de unirse alrededor de un propósito, una idea y un anhelo, como muy pocas veces ha ocurrido en la historia de la colectividad.

Habrá escépticos para quienes lo ocurrido es solo una banalidad sin sustento e incluso menospreciarán a sus conciudadanos cuando se emocionan por lo que ocurre entre 22 hombres y un balón, pero para media humanidad la cita de cada cuatro años es un evento que paraliza y se sitúa por encima de guerras, crisis y desastres.

A los miembros de la Selección hay que agradecerles por haber brindado tantos motivos de júbilo y haber permitido mantener las ilusiones. Si Honduras tuvo tres minutos de fiesta tras el gol contra Ecuador, bien se puede decir que Colombia vivió varios meses de éxtasis desde cuando Pékerman se hizo cargo del conjunto y lo puso en la senda de las victorias y lo llevó a las instancias finales.

A un lado fueron quedando las diferencias políticas, las frustraciones por la corrupción, la rabia por las malas administraciones y el despilfarro, el hastío por la vigencia de los violentos y sus auxiliares y patrocinadores y sobre todo por le potencial desaprovechado en un país rico.

Tal vez, se asimile al circo de los romanos pero también señala que existe la posibilidad de la unión y el trabajo conjunto para salir adelante y para que impere la justicia y la equidad.

REDACCIÓN EDITORIAL

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