Ante la realidad

No se necesita ser investigador de alto vuelo ni conformar comisiones que deban adentrarse en lejanos confines si desde los mismos balcones de la Gobernación pueden ser observadas las quemas que imprudentes ciudadanos continúan haciendo en los montes tutelares como La Martinica o los cerros orientales.

Inclusive los más despreocupados comienzan a inquietarse por los efectos del Fenómeno de ‘El Niño’. No es para menos, pues a las pavorosas escenas de La Guajira y casi toda la Costa Caribe se suman ahora los incontrolables incendios que azotan a buena parte de la geografía tolimense.

Más de mil hectáreas fueron afectadas en la zona de Armero - Guayabal, que se suman a lo ocurrido en Prado, Coyaima y Natagaima. La capital del Departamento no ha estado exenta de contingencias, pues en La Gaviota ya hubo conatos de incendio; esto, para no olvidar la emergencia que ha privado de agua potable a Fresno.

El propio Gobernador ha procedido a declarar la alerta naranja en extensas zonas del Departamento cuando aún la estación seca se muestra incipiente y la represa de Prado mantiene positivos niveles. Razón tienen diversas comunidades de mantenerse alertas y oponerse con reciedumbre cuando de apartados lugares y sin mediar los más elementales estudios se pretende afectar las cuencas que surten sus necesidades en hogares y cultivos, para cobijar errores superlativos e improvisaciones costosas.

Con pruebas al canto y cálculos irrebatibles, a los que se suma la evidente inacción de quienes son responsables de lo ocurrido, desde diversos sectores se pone de presente a las autoridades de la gravedad de la inminente emergencia, que muy lejos está de ser otra más de las leyendas urbanas como las quieren hacer aparecer los cuestionados administradores y áulicos a tarifa.

No se necesita ser investigador de alto vuelo ni conformar comisiones que deban adentrarse en lejanos confines si desde los mismos balcones de la Gobernación pueden ser observadas las quemas que imprudentes ciudadanos continúan haciendo en los montes tutelares como La Martinica o los cerros orientales, cuyas cicatrices se evidencian después como causadas por colosales garras que, luego, se traducen en deslaves y derrumbes, en acciones que nadie sanciona ni controla.

En lugar de tratar de disfrazar la situación se deben activar todos los organismos de prevención, para sortear la emergencia de la mejor manera y sin graves efectos colaterales evitables.

REDACCIÓN EDITORIAL

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