Un poder inexplicable

Lo que sí parece ineludible es que se va a seguir oyendo del coronel González, sus asociados y amigos, por mucho tiempo y por razones que siguen siendo inexplicables, y sin duda llenan de oprobio a la fuerza armada.

El tristemente célebre coronel (r.) Robinson González del Río se niega a abandonar los titulares de periódicos y revistas, así como de la cobertura de radio y televisión. Parece que su poder en el interior de ciertos organismos del Estado no puede ser controlado, ni siquiera tras su traslado de Tolemaida a La Picota y cada día se conocen más ramificaciones en el tupido árbol de negocios, operaciones, negociados y manipulaciones bajo su control que se paseaban por las distintas ramas del poder público.

El sobrino del igualmente conocido general (r.) Rito Alejo del Río no era un anodino tramitador de municiones o una que otra pistola entre sus allegados; las investigaciones de la Fiscalía lo señalan como la cabeza de un grupo de uniformados de no menos de 122 miembros que están también investigados y del que forman parte nada menos que ocho generales, por lo que el CTI ha trasladado la información obtenida a la Corte Suprema.

Elemento adicional: el destino de las armas sustraídas a los armerillos del Ejército y la Policía era nada menos ni nada más que la banda paramilitar (o bacrim que llaman) de ‘Los Urabeños’. De manera que a los casos aislados de los “falsos positivos” (apenas cuatro mil) en los que también está procesado -por supuesto- el coronel González, se unen ahora las “divisiones aisladas” ( o brigadas o batallones) del tráfico de armas y municiones de las fuerzas armadas y de policía para las bandas criminales.

Se viene a saber ahora que mientras González estuvo en Tolemaida (cuando no estaba negociando su proceso con un magistrado, en un centro comercial de Bogotá o de vacaciones con la familia en Villavicencio) le había sido otorgado el manejo de los casinos y restaurantes de Tolemaida y de la cercana base de la Fuerza Aérea del Ejército, pero cuando se comenzó a destapar el escándalo por las grabaciones alguien corrió a traspasarle el negocio a una familia del Valle que posee un conocido restaurante en Melgar.

Por cierto el polifacético exoficial no se queda quieto y ya llegó a La Picota a imponer su ley y a cambiar de celda a voluntad, para quedar cerca a sus antiguos compañeros de andanzas y poder seguir haciendo negocios y moviendo fichas en quién sabe qué más oscuras tramas.

Lo que sí parece ineludible es que se va a seguir oyendo del coronel González, sus asociados y amigos, por mucho tiempo y por razones que siguen siendo inexplicables, y sin duda llenan de oprobio a la fuerza armada.

El Ministro de Defensa considera indignante que al escandaloso proceso se estén vinculando algunos oficiales. Lo realmente censurable es que haya unos oficiales que estén manchando un uniforme de una institución que, si se quiere, es más antigua que la misma República.

REDACCIÓN EDITORIAL

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