En la cola del escalafón

Parte del problema puede encontrarse en el énfasis aplicado por los últimos gobiernos a asuntos de cobertura por encima de la calidad, pero expertos internacionales señalan que son imprescindibles la periódica evaluación y permanente acción sobre la calidad de los docentes, su remuneración y la duración de la jornada diaria de clases.

Los penosos resultados obtenidos por los estudiantes colombianos a los que se les ha practicado las Pruebas Pisa y sus derivadas han provocado la natural alarma en diversos sectores.

Era previsible, en razón al desempeño observado en las pruebas de matemáticas, comprensión de lectura y ciencias, en las que los estudiantes colombianos habían ocupado el puesto 62 entre los 65 países en donde se practicaron las evaluaciones.

Hay que decir que para la nueva prueba el país lo hacía de manera voluntaria y fue así como 9 mil estudiantes colombianos de 15 años probaron sus habilidades para resolver problemas prácticos de la vida cotidiana. En estas pruebas los colombianos ocuparon el último lugar entre los 44 países evaluados. Solo el uno por ciento estuvo entre los más destacados y un impresionante 60 por ciento solo alcanzó el nivel 1, el más bajo de la medición.

La preocupación no debe ser nueva ya que de tiempo atrás, en las diversas instituciones de educación superior, se viene advirtiendo la pobre calidad de los alumnos que se someten a las pruebas de admisión o acceden a los programas de estudio: alumnos que han pasado al menos 11 años en el sistema educativo y carecen de los conocimientos y destrezas básicas en matemáticas, lenguaje y ciencias.

Parte del problema puede encontrarse en el énfasis aplicado por los últimos gobiernos a asuntos de cobertura por encima de la calidad, pero expertos internacionales señalan que son imprescindibles la periódica evaluación y permanente acción sobre la calidad de los docentes, su remuneración y la duración de la jornada diaria de clases.

Inmediatamente se esgrimen las dificultades presupuestales y de infraestructura que implica transformar la educación básica y media para unificarlas en jornadas únicas, mas como se advierte en los países que han dado el salto social y tecnológico en los últimos lustros, nada es más rentable para una sociedad que la inversión en educación de calidad.

El campanazo de alerta que revelan las Pruebas Pisa, realizadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico OCDE, no puede evadirse, y el gobierno tiene la obligación de darle la prioridad y los recursos requeridos por las radicales modificaciones que exige el sistema educativo, so pena de quedar rezagada Colombia en el concierto de las naciones.

REDACCIÓN EDITORIAL

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