El sirirí del desempleo

Con total franqueza confieso que me resulta exasperante leer u oír cada mes y por decenas de años, o igual, por cientos de meses, que Ibagué “lidera” u ocupa el segundo o tercer lugar en desempleo y, ahora desagregado y más grave aún, el desempleo de la juventud y la mujer y, además, que la tasa de informalidad (se ve en la calle) excede, por muchas décimas, la de regiones gestionadas con decoro e idoneidad y donde sus líderes enfrentan el mal desde su raíz, con sesudos análisis de causalidad y estrategia y asumiendo tareas concretas, quehacer que, como lo confirma el mismo desempleo, los tolimenses nunca asumimos en serio.

Las impensadas fuerzas endógenas (II)

La lógica pilatesca referida en la primera parte origina percepciones falsas del avance hacia el progreso, induce, como obvia secuela, engaños y autoengaños sobre el futuro y nutre un pragmatismo cortoplacista, conformista y complaciente con la estéril o infructuosa practica de muchos actores económicos, sociales y políticos. Ejemplo de autoengaño es suponer que el Tolima no avanza por falta de ideas propositivas convertidas en proyectos y propuestas, supuesto relativo que motiva a la academia, a la intelectualidad y a la sociedad civil a realizar grandes esfuerzos para formular proyectos, propuestas o investigaciones que, como hechos redentores per se, son presentados a la opinión pública y a las instancias pertinentes.

Las impensadas fuerzas endógenas (I)

Suele argüirse que el atraso regional persiste y no se puede superar por escasez de recursos o abandono del Estado, teoría que riñe con la opinión que oímos en tertuliaderos y a veces en escenarios informados y que plantea que son los erróneos paradigmas o el anacronismo mental el yugo que ata al Tolima a la rancia ortodoxia analítica que impide hallar soluciones al atraso y que, para ser realmente competitivos, debe producirse un cambio de mentalidad para que surjan ideas fuerza disruptivas y así el progreso tolimense sea obra en construcción y no cuento de nunca acabar. A ésta última lógica adhiero plenamente y ya diré por qué.

Flaco favor

Discrepar no es irrespetar la manera de pensar del otro y, bajo esta premisa, debo confesar que me causó grima (“sensación molesta de intranquilidad, disgusto o desagrado causado por una cosa”) leer por estos días a algunos analistas, que creía consecuentes y coherentes, haciendo cábalas sobre el proceso electoral que inicia.

La infame parodia

Como todos los días se repiten las mismas torpezas, los mismos lugares comunes y el mismo vacío, ilegítimo y nocivo raciocinio político, mal haría yo en no insistir en que el único camino que tiene el Tolima para lograr el desarrollo es la regionalidad, desafío imposible de cumplir con la pantomima reinante y sí con un nuevo modelo mental basado en la tesis endogenista o relación sujeto-objeto. El Tolima sólo cambiará con ideas disruptivas y otra lucha política.

Los árboles y el bosque

Por gentileza de sus líderes, hoy participo en 8 grupos de WhatsApp que representan varios intereses institucionales y diferentes ópticas del ocurrir cotidiano del Tolima y de Colombia. Doy fe de que en esos grupos prevalece la madurez y por tanto pocas, y de suyo amenas son las banalidades que allí se ofician y desde luego profusos y edificantes los tópicos, las ideas, los acuerdos, las discrepancias y la abundancia de propuestas sobre problemas comunes de los colombianos y los tolimenses en particular. Igual soy testigo de la tolerancia y el respeto de sus miembros con las ideas y los credos ajenos, pues pocos han sido los exabruptos. Por estas razones considero un privilegio el experimentar el lado positivo de las redes sociales y el leer y a veces compartir inquietudes, siempre francas, argumentadas y civilizadas.

Ahí se esfuma el tolimensismo

Toda variable de la creciente e injusta tragedia social que padecemos los colombianos, tiene una conexión con la siniestra y arraigada trilogía de corrupción, violencia y desigualdad cuya génesis y sostén radican justamente en una politiquería mañosa y garosa que los tolimenses conocemos bien, pero que olvidamos en época electoral por causa de la subcultura política. Ahí se esfuma el tolimensismo y nos desconocemos como coterráneos de un terruño común que podríamos hacer próspero arrimando hombros y aparecen entonces fanatismos, odios, intolerancias, arbitrariedades y mentiras para favorecer a caciques megalómanos, a quienes el Tolima les importa un bledo y sólo lo usan para lograr sus fines. Tal absurdo vaya y venga en quien vive del sórdido politiqueo, pero inaudito en quien desea el progreso para su tierra.

El afán de figurar

Doloroso pero aleccionador fue para mí el grotesco show que con las vacunas del Covid-19 protagonizaron el Presidente, altos dignatarios del Estado y numerosos funcionarios en los departamentos y municipios. Ellos, como en otros momentos trágicos de los colombianos, no ahorraron tiempo ni recursos para obtener beneficios de tanta desgracia causada por la pandemia y, en vez de obrar con presteza, eficacia, abnegación y discreción, como se espera de gente sabia, idónea, ética y coherente, mostraron su real índole posando para fotos que revelan la poquedad gubernativa en un ya largo y decadente tramo de la historia nacional.

Consorcio aguas del Tolima (II)

Asociar el agua con la soberanía del Tolima es abrir oportunidades de progreso comunitario, pues cada peso pagado por su suministro es recurso financiero generador de utilidades que, convertidas en capital regional, podría usarse para preservar las fuentes, ampliar, tecnificar y mejorar el servicio, crear líneas compatibles de negocios y posibilitar planes de inversión para diversificar y apalancar otros proyectos públicos en el Tolima y así garantizar empleos estables (directos e indirectos. Éstas son algunas razones que fuerzan a relacionar la gestión del agua con una correcta visión regionalista, moderna y progresista del desarrollo regional.

Consorcio aguas del Tolima (I)

En regiones como la tolimense un péndulo oscila entre el privilegio de tener abundancia de agua y la codicia neo colonialista para usurparla. En Colombia todo gobierno ha privilegiado a las multinacionales ávidas de los recursos naturales de las regiones y por ello, desde 2008, los ambientalistas empezaron su lucha con el “referendo por la defensa del agua como bien público y derecho humano fundamental”.