Sin proceso no hay progreso

Recurro a trazos filosóficos conocidos y tantas veces citados que ayudaron a formar criterios sociopolíticos que, lastimosamente, en vez de sublimarse han ido decayendo y perdiéndose, como guía de juicios de valor, para entender una época en que el orden social se desmorona física y moralmente.

El rasero por abajo

Reconociendo las poquísimas excepciones, claramente me desmarco de la lógica reformista que tan bajo pone el rasero que mide la calidad humana, cultural, ideológica y programática en la política y, por lo mismo, la pertinencia y el alcance del discurso electoral esgrimido por los candidatos para requerir el favor ciudadano. Al menos en el Tolima no existe sistema de observación y examen cualitativo de la verbosidad política y por ello no se emiten juicios de valor sobre la trascendencia, la congruencia y la viabilidad de los planteamientos electorales a efectos de orientar y alertar a la opinión pública respecto a los desengaños que sufriremos en el siguiente cuatrienio por efecto de la poquedad conceptual de los ganadores.

Irreverente desacuerdo 

Char en el Atlántico y los ‘charitos’ del Tolima, ‘estrellas’ de la vida pública que no debaten, no ven realidades, no escuchan el lacerado sentir popular y de ahí su torpeza para proponer ideas cardinales para transformar al país y al Tolima, torpeza que contrasta con su destreza blandiendo argumentos reformistas para confundir los anhelos de transformación y desviar la opinión. Verdad es que “su dinero” es cántaro de “su sabiduría”, “fuerza de sus razones” y eficaz “instrumento estratégico” para comprar voluntades, hundir el espíritu comunitario y mantener en el ostracismo a quienes piensan distinto y, mientras a ésta inequívoca verdad le sigamos dando la espalda, Colombia y el Tolima no saldrán del atolladero.

¿Preocupa realmente el progreso del Tolima?

Sin ánimo de ser descortés y dado el tiempo político en curso, confieso que no pocas veces pienso que a los tolimenses no nos preocupa realmente el desarrollo del Tolima, y no aludo a quienes, por necesidad, espíritu gregario o simple inercia conductual, aceptan promesas, tamales y mentiras; tampoco aludo a quienes, sin reato ético, engañan para así convertir lo público en filón de riqueza personal, pues ellos, unos y otros, sólo son evidencia de nuestra realidad, lo que hay. En perspectiva histórica aludo al tolimense íntegro que desea un mejor futuro, pero que, por recóndita razón, contemporiza con mentalidades y conductas que han causado y causarán frustración y postración a sucesivas generaciones de tolimenses.

2022, Tiempo de plenitudes

Hoy me sumo a los sinceros deseos para que el año 2022 esté lleno de ventura y prosperidad para los tolimenses. Por creerlo oportuno sumaré a mis deseos una opinión acerca de cómo “alinear los astros” para que el tiempo de plenitudes se aproxime al Tolima y, lo esencial a decir es que la felicidad y el progreso no se espera, la tenemos que construir los tolimenses y que ello exige memoria, conciencia crítica y diálogo para entender por qué la historia ha sido mezquina con el Tolima y cómo construir una historia prospera; así permearíamos de racionalidad al sensible espíritu  de año nuevo para que la transformación del Tolima también ocupe destacado lugar en los listados de propósitos para 2022.

“Casa del Tolima”, alianza público privada

Sin duda el asunto de la “Casa del Tolima” pronto se olvidará y los “opinadores” se ocuparán del tema de moda, pues, como siempre ocurrió, luego del alegato de razones sobre aquella sede no hubo desenlace conclusivo, ni compromisos traducidos en un proyecto consistente, ni un plan de acción con trazabilidad; diría que ésta es la constante en el ejercicio de opinión y por ello, aunque las ideas parezcan sabias y futuristas, la realidad seguirá siendo regresiva.

“Casa del Tolima”, proyecto estratégico (I)

Hace poco expresé mi desconsuelo por el abandono en que se hallaba la “Casa del Tolima” en Bogotá y ahora ese inmueble está en venta, decisión que evidencia cómo algunos líderes desconocen las bases para construir progreso y creen que andando hacia atrás hallarán el futuro. Ilustres líderes, nuestro progreso asomará si rehacemos el tolimensismo y buscamos el reencuentro de los tolimenses; así lo entendimos siempre y por ello en los años noventa Cooperamos tomó en comodato esa sede para realizar desde allí planes estratégicos que se truncaron, pero que hoy evoco porque, sin duda, aquella fue la única época en que la “Casa del Tolima” no albergó clientelismo y cumplió una digna función por el desarrollo tolimense. En Bogotá, entre oriundos y descendientes, hoy residirían tantos tolimenses como los que habitamos el Tolima, pues desde la violencia de los 50, incesante fue el éxodo de paisanos, éxodo que continúa porque en el Tolima la situación ha venido empeorando, y hoy ya no tanto por violencia como por atraso, desempleo, falta de oportunidades, sordidez política, falta de análisis orgánico, corrupción y más males que cada vez alejan al Tolima de ser tierra propicia para que los jóvenes logren sus sueños y más bien se muestra como territorio hostil para los propios porque sus líderes porfían en hacerlo atractivo para la inversión externa.

Desde abajo y de otra manera

Que Ibagué retomó el segundo lugar en desempleo y crece el subempleo es noticia que, en ese chabacano juego de pingpong mediático, ahora pone la bola en el lado del quejetas y el oportunista promesero y, cuando vuelva a disminuir el relativo percentil del desempleo y la informalidad, entonces la bola quedará del lado de gobernantes y voceros, que no dudarán en jactarse de la exitosa agudeza y eficacia de su gestión.

No solo los liberales

La vieja y nociva sumisión al circo político nacional se patentiza en la lucha de todo aspirante electoral del Tolima para obtener franquicia (aval) y posición digna en las listas de partidos carentes de ideas consistente sobre cómo trasformar al país y menos al Tolima y, también, cuando los tolimenses votan por políticos foráneos para llevarlos al Senado.

El brebaje perfecto

Cuando vemos cómo inexorablemente y sin pausa en nuestra sociedad crece la inmoralidad, la desigualdad, la exclusión, el centralismo, la inseguridad, el deterioro ambiental y muchos otros graves males, el talante diplomático, calculador o “políticamente correcto” para evitar tirrias o agradar para conseguir ventaja electoral o burocrática es justamente lo contrario a lo que requiere el Tolima. Carácter, reflexión crítica, decisión de cambio, visión alternativa, valentía, son los únicos antídotos contra la incuestionable incertidumbre de futuro para los jóvenes, porque permiten ver, juzgar y actuar en lo público con un sentido político diferente al que, desde hace muchos años, fue engullido por esa irreversible vorágine de decadencia.